Si las ventanas rotas no se reparan inmediatamente, las demás ventanas corren el mismo inevitable final. Al no reparar las ventanas enviamos un mensaje a los vándalos: La propiedad está abandonada, puedes hacer lo que quieras. El experimento demuestra cómo funcionan y se contagian las conductas humanas. En este artículo aplicaremos esta teoría de las ventanas rotas de nuestra vida emocional.
Índice
¿Cómo se desarrolló el experimento de la ventana rota?
El experimento de la ventana rota se realizó en 1969. Lo llevó a cabo Philip Zimbardo, psicólogo social más conocido por su experimento de la cárcel de Stanford.
Primera parte del experimento
Zimbargo abandonó un coche, con las matrículas arrancadas y las puertas abiertas en el mítico barrio del Bronx. El propósito de este experimento era observar qué ocurría al dejarlo en un barrio pobre y con alto nivel de delincuencia. El coche comenzó a ser desvalijado a los diez minutos prácticamente, a los tres días no quedaba nada de valor y terminó destrozado.
Segunda parte del experimento
Zimbardo abandonó otro coche de iguales características y estado en un barrio muy rico y tranquilo de California, en Palo Alto. Transcurrida una semana, el vehículo seguía intacto, tal cual lo había dejado.
¿Qué sucede cuando se rompe una ventana y no es reparada inmediatamente?
Tras comprobar que nada sucedía, el psicólogo decidió dar un paso más en su experimento. Buscó un martillo y golpeó el coche, llegando con ello a romper una ventana. Con esta acción, el vehículo parecía roto y con signos de abandono. Esta imagen abrió la veda a los habitantes del tranquilo barrio de Palo Alto, que actuaron de igual modo que los del Bronx.
Resultado del experimento de la ventana rota
La teoría de las ventanas rotas pone de manifiesto que, si un coche tiene una ventana rota y no es reparada de inmediato, el resto del coche será destrozado sin remedio. Cuando permitimos que la ventana rota de un coche, una casa o de un negocio, permanezca en ese estado, estamos emitiendo un mensaje. Esta propiedad no se cuida, puedes hacer lo que quieras con ella.
¿Cómo aplicar la teoría de las ventanas rotas en nuestra vida emocional?
Si somos sinceros con nosotros mismos, reconoceremos que hay unas cuantas ventanas rotas en nuestra vida. De igual modo, está en nuestra mano poner remedio para repararlas lo antes posible.
Como hemos visto en este experimento, no hacerlo, abre paso a conductas similares. En el caso de la vida emocional, tanto las ventanas rotas como los vándalos pueden ser más difíciles de identificar. Pero existen. ¡Vaya que si existen!
Un ejemplo de las ventanas rotas
Veamos el ejemplo de ventana rota. Una persona deja que su pareja le levante la voz, que le trate sin respeto y no dice ni hace nada para marcar los límites. No manifiesta el malestar ni habla sobre lo que ha sucedido y cómo le hace sentir. (Señalar que este hacer, puede ser algo personal, energético, una toma de conciencia, ir más allá de lo que ocurre a simple vista).
Pues bien, antes de que se dé cuenta, esta falta de respeto se ha convertido en una manera de relacionarse, en una costumbre. Y a veces, no solo lo hace su pareja, también lo hacen sus hijos. Ellos han aprendido con el ejemplo que aquello que no se cuida, puede tomarse. Los límites pueden ser traspasados, puesto que estos no existen. No hay un yo, un cristal en esa ventana y pueden seguir rompiendo el resto. Su casa, su templo, su yo, es vulnerable.
Siguiendo con el mismo ejemplo de la falta de respeto. Cuando alguien falta el respeto a otros y no pone remedio, rompe una ventana, se convierte en vándalo. Y al mismo tiempo, facilita a otros la oportunidad de serlo.
¿Qué significa no reparar las ventanas rotas?
No reparar las ventanas rotas de nuestra casa o de nuestra vida, es un hecho que habla de nosotros. Ambas nos dan pistas de aquello que hay que reparar: la autoestima, el miedo, la ansiedad, la apatía. Las ventanas rotas son ventanas a nuestro interior. Basta mirar con atención para darnos cuenta de lo que dejamos al descubierto.