Katharina Schroth nacida en Dresden (Alemania) el 22 de febrero de 1894. Llevada por el sufrimiento que la escoliosis le producía desde su juventud y el deseo de tener una espalda recta. Logró curar la escoliosis. Dando lugar a un método, que todavía hoy, es utilizado y está avalado por la comunidad médica.
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La fuerza del sufrimiento, el deseo y la fe de Katharina Schroth
Katharina Schroth, era una adolescente que se sentía obligada a llevar corsé ortopédico para corregir la desviación de su columna. El corsé, no solo era frustrante para ella porque le impedía moverse con facilidad, sino también porque, no le proporcionaba los resultados que esperaba.
Ella, al igual que cualquier persona que padece escoliosis, se enfrenta a la falta de movilidad, a la degeneración y al dolor emocional. Este último, en ocasiones, más terrible que el físico. Schroth, parecía condenada a acabar en una silla de ruedas o postrada en la cama. Pero su deseo de volver a tener una espalda recta y su fe en que podía, le premiaron con la curación de la escoliosis. Algo que, hasta entonces, había sido solo posible con cirugía.
Los pulmones son como un balón
La joven Katharina se percató de que cuando un balón se abolla y le insuflas aire, recupera la forma. Esta imagen fue la clave que le llevó a pensar que los pulmones tal vez se comportarían del mismo modo. Al agrandarlos con la respiración, conseguiría desplazar las costillas y que estas volviesen a su lugar. De ese modo podría mejorar su calidad de vida y conseguir alargarla unos años más.
La visión del balón, fue el punto de partida para el que acabó siendo un método eficaz que contrarresta los efectos de la desviación de la columna. Una solución, sin recurrir a la cirugía, algo impensable hasta el momento.
El proceso de curación de la escoliosis
Schroth realizó, a lo largo de 5 años, ejercicios de respiración frente a un espejo. Arqueaba su cuerpo hacia un lado e inhalaba mientras impedía que el aire le entrase por el otro pulmón. Realizaba respiraciones con su cuerpo presionando sobre una mesa y ataba su cuerpo con una especie de poleas. Su experimento consistía en ejecutar la inhalación y exhalación mientras resolvía distintos movimientos de rotación. Observaba y corregía los movimientos. Una respiración rotatoria u ortopédica en la que los movimientos son efectuados hacia dentro por el diafragma y hacia fuera con las costillas y los músculos de la respiración.
Katharina Schroth enseña a otras personas cómo curarse la escoliosis.
Katharina Schroth dejó su trabajo como maestra y comenzó a compartir con cientos de personas lo que a ella misma le había funcionado. Su deseo era que más personas pudiesen sanarse.
A la propiedad de su familia, se trasladaban pacientes de Alemania y otros países vecinos. Su éxito fue difundido. Y pese a una parte de la comunidad médica que la atacaba por no tener formación en medicina. Otra, le enviaba pacientes desahuciados a los que desde la medicina no podían ayudar, pacientes postrados en camas y sin ninguna esperanza.
Schroth les enseñó los movimientos, la respiración, a observar y cambiar esos movimientos según las observaciones. Los pequeños avances que conseguían cada día y la energía que se movía en aquel lugar, les animaba y les hacía sentir que ellos también podían convertirse en creadores de su cuerpo. La estancia no solo les ayudaba con su problema de escoliosis, sino que les proporcionaba más fuerza, física, mental y espiritual.
Gracias a su gran labor, Katharina Schroth fue galardonada en 1969 con la Cruz Federal al Mérito del Gobierno de la República Federal de Alemania.
El legado de Katharina Schroth
Su hija Christa Lehnert-Schroth tomó lo aprendido de su madre, lo mejoró y le llamó el Método Schroth, en homenaje y reconocimiento a su madre, fallecida en 1985. Su libro, titulado Tratamiento funcional tridimensional de la escoliosis es una guía del Método Schroth, tanto para pacientes, como para fisioterapeutas o médicos.
El Método Schroth sigue vigente en numerosos países del mundo. Concretamente en España fue introducido a mediados del siglo XX por la doctora Elena Silva.